Saturday, September 5, 2009

Good Guy and Bad Guy

From Milenio:

Marcial Maciel, el traidor y el héroe

Diego Petersen Farah

2009-09-05•Al Frente

Dónde termina el héroe y comienza el traidor; dónde termina el ídolo y comienzan los pies de barro; dónde lo divino de Aquiles y lo mortal de su talón? El caso del fundador y líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, es, por lo extremo y exagerado de la doble cara del personaje, paradigmático para observar esa endeble línea que separa lo uno de lo otro. Es también un buen ejemplo de la dificultad de construcción de ídolos en tiempos mediáticos. Decía el doctor Farah que cuando se inventó la luz eléctrica se acabaron los fantasmas. Igual podríamos decir que los medios terminaron con los santos. La construcción de la santidad pasa necesariamente por la construcción de una hagiografía (una biografía limada y pulida para evitar cualquier borde o rugosidad en la vida de un santo) y eso requiere un control de la información imposible de logar en estos tiempos.
El héroe-traidor no se hace solo. En la construcción de una historia fantástica (la hagiografía es un género fantástico) dicen los teóricos del lenguaje el personaje central requiere siempre de una ayuda. Maciel, el idolatrado y elogiado, se debe en gran medida a su carisma y su capacidad simuladora, pero nuca hubiera sido lo que fue, en su faceta de héroe y traidor, si no hubiera contado, infinidad de veces, con la complicidad de su Iglesia, como lo ha demostrado Fernando M. González en Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos (Tusquest, 2006). Marcial era un hombre terriblemente carismático e igualmente ignorante. Nunca fue capaz de concluir los estudios y uno de sus tres tíos obispos le dio, finalmente, “la base por bola” y lo ordenó sacerdote sin haber concluido filosofía y teología. Otro momento clave de la complicidad institucional fue durante el primer proceso por abuso de menores, cuando, en una maniobra rápida y precisa, se archivó el asunto con ocultamiento de pruebas incluido.
Pocas cosas son tan complejas para una institución, cualquiera que ésta sea, como sobrevivir al carisma del fundador. No importa cuál, partido, ong o empresa, todas las instituciones pasan por ese calvario que es liberarse del mito fundante. El proceso más recurrido es la sacralización del fundador. Esto es, cuando el fundador comienza a ser un lastre lo mejor es convertirlo en estampita: colgar su imagen por toda la institución, simplificar su pensamiento en cuatro frases (si no lo tuvo se inventa, eso no es problema) y comenzar el proceso de reconversión de una institución carismática, donde todo pasa por el líder, guía y fundador, para transformarse en una institución eficiente. Es un proceso complicado y no pocas instituciones mueren en el intento o simplemente se quedan a medias con una especie de tara fundacional.
En el caso de Los Legionarios de Cristo el proceso de liberación será muy complejo y difícilmente sobrevivirán sin una escisión. En el caso de las sectas o grupos religiosos la escisión en ese momento es muy común (la palabra secta es la correcta, pues esto sucede siempre en el periodo preinstitucional, pero se volvió políticamente incorrecta y ya no se quiere usar ni cuando es adecuada). La Iglesia de la Luz del Mundo, por ejemplo, sufrió ese proceso antes incluso de la muerte del hermano Aarón.
Hay dos elementos permanentes en disputa y que constituyen los elementos básicos de la lucha de poder: la sucesión y la administración de la memoria. La escisión de los Legionarios, me parece, vendrá por esta última (Maciel murió en “olor a santidad” pero el cadáver se descompuso muy rápido). La única forma que ha encontrado el actual grupo dirigente de los Legios para sobrevivir dentro del escándalo es separar a la obra de su fundador. Sin embargo, hay quienes consideran que negar la memoria de Maciel constituye en sí mismo una traición al líder y a su pensamiento, y, por lo tanto, a la institución. El otro gran problema al que se enfrentará la Legión de Cristo en este intento por reconvertirse es separar la conducta de Maciel de la conducta institucional. Primero, porque si bien es cierto que los delitos y los pecados los cometen personas y no instituciones, también lo es que hay instituciones que propician y favorecen la conducta delictiva. Maciel diseñó una institución a la medida de sus delitos (no hay que olvidar que la pederastia es un delito, independientemente de si se considera o no pecado, y de absoluciones públicas o privadas a la condición humana del padre Maciel). El famoso cuarto voto, esa especie pacto de omertá con la que controlaba todo lo que sucedía a su alrededor, es ya parte de la cultura de los Legionarios de Cristo y les va a costar mucho trabajo cambiarla. Los escándalos de pederastia que aparecieron entre otros miembros de la Legión estaban escudados y protegidos por el mismo diseño institucional.
Marcial Maciel, al igual que Fergus Kilpatrick, el personaje de Jorge Luis Borges en El tema del traidor y del héroe, tiene que morir para que subsista la institución que él creó, y él corrompió. La diferencia es que Kilpatrick, el traidor, fue condenado a convertirse en héroe, y por ello lo asesinaron sus mismos compañeros de partido para luego elevarlo a los altares. Por el contrario, Maciel, el héroe, ha sido condenado por sus discípulos a convertirse en el traidor; su imagen será borrada de la Legión y su retrato bajado de los altares. Amén.

diego.petersen@milenio.com

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